jueves, 28 de mayo de 2009

Astro sol


















“Al ocultarse el sol que, un momento antes, todo lo hacía dos, tres, cien veces más grande y mejor con sus complicaciones de luz y oro, todo, sin la transición larga del crepúsculo, lo dejaba sólo y pobre, como si hubiera cambiado onzas primero y luego plata por cobre. Era el pueblo como un perro chico, mohoso y ya sin cambio. ¡Qué tristes y qué pequeñas las calles, las plazas, la torre, los caminos de los montes!".


Platero y yo. Juan Ramón Jiménez

miércoles, 6 de mayo de 2009

¿Qué gigantes?
















"En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vió, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza".
(Don Quijote de la Mancha, Capítulo VIII)

martes, 5 de mayo de 2009

Bancos de gente

Carmen trabaja en la caja de un banco. Estos días tiene más trabajo que nunca. Cuando levanta la vista no alcanza a ver el final de la cola que se ha formado en su oficina. Suena el teléfono, lo coge y lo odia. "Discúlpeme, no puedo atenderle porque estamos hasta arriba". Al otro lado del biombo de cristal se pueden ver varios puestos de trabajo vacíos. Ya no están ni Pedro, ni Javier, ni Almudena. Después de un rato de alta tensión con varios clientes queda electrocutada. Se levanta de su silla, coge su bolso y su teléfono móvil y deja a los clientes huérfanos de cajera.

Pasados unos segundos se abre una puerta en la pared del fondo y aparece Carlos. Mira a su alrededor y acaba dirigiéndose al sitio donde había estado Carmen. Levanta la vista y no alcanza a ver el final de la cola que se ha formado en su oficina. Suena el teléfono, lo coge y lo odia. "Discúlpeme, no puedo atenderle porque estamos hasta arriba". Al otro lado del biombo de cristal se pueden ver varios puestos de trabajo vacíos. Ya no están ni Pedro, ni Javier, ni Almudena, ni Carmen.